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Crítica de “Cómo entrenar a tu dragón” (2025): otro remake sin identidad

Actualizado: 5 jul

Hace un par de semanas se estrenó el live action de Cómo entrenar a tu dragón, y vale la pena preguntarnos: ¿es este otro remake sin identidad o la gran película que se esperaba? Quizá sea más lo primero que lo segundo.


Cómo entrenar a tu dragón (2015)
"Cómo entrenar a tu dragón" (2025). Fuente: Hobby Consolas

Odio ponerme en el plan de viejo boomer cascarrabias que reniega de que antes todo era mejor y más original. Decir esas palabras me hace sentir como esas personas cuarentonas que se quejan por el cambio de piel o de género de cierto personaje, a lo que siempre respondo que, si tanto aman la versión original, pueden volver a verla. Sin embargo, siento que me estoy volviendo esa persona… pero de manera justificada (o eso creo yo).


Existe un cierto vicio en el cine comercial que, más allá de hacer un remake con todas las letras, se disfraza bajo la premisa de llevar una película animada —querida, en mayor o menor medida— al terreno del live action. Podría decirse que el primer caso de este tipo fue Los Picapiedra (1994), dirigida por Brian Levant y distribuida por Universal, que llevó a los personajes de la caricatura de Hanna-Barbera a la pantalla grande con actores reales. Otra película con características similares fue Space Jam (1996), con los personajes de Looney Tunes y la aparición estelar de Michael Jordan. En ese caso fue distinto, ya que los míticos personajes de Warner Bros mantenían la lógica de la caricatura, y su presencia en el mundo real no afectaba su estética. Además, se trataba de historias nuevas, con aventuras inéditas. Independientemente de si eran buenas o malas películas (eso queda a criterio de cada quien), en su momento ofrecían algo novedoso.


Me resulta llamativo que ya en los 90 y 2000 se dieran algunos remakes, secuelas o spin-offs en live action, como El libro de la selva: la aventura continúa (1994), 101 dálmatas (1996, 2001), más cercano a nuestra época, Alicia en el país de las maravillas (2010), dirigida por Tim Burton. Pero lo importante es que, a partir de 2014, comenzó una proliferación de películas que adaptaban directamente versiones animadas al mundo de carne y hueso, intentando respetar la lógica de sus respectivos universos. Maléfica (2014), La Cenicienta (2015), Dumbo (2019), hasta llegar a Lilo & Stitch (2025), han intentado este traslado con resultados medianos o escasos.


Muchas han sido las quejas: que no se respeta el material original, que se cambian aspectos como la historia, el color de piel o el género de los personajes. Frente a eso, siempre sostuve que no solo eran innecesarias estas películas, sino que resultaba absurdo verlas si tanto molestaban. Me mantengo firme en que debe respetarse el género de la animación, y que la estética de cada autor jamás podrá trasladarse con fidelidad al mundo real. Por eso, afirmo que esta versión de Cómo entrenar a tu dragón (2025) dirigida por Dean DeBlois me resulta no solo innecesaria, sino absurda.


Reconozco que me gustaron mucho las películas originales de la trilogía Cómo entrenar a tu dragón (2010 - 2019) También es curioso que, al momento de publicar este texto, los live action de Lilo & Stitch y Cómo entrenar a tu dragón compartan la cartelera. Más curioso aún es que los directores de ambas versiones originales (Chris Sanders, Dean DeBlois) también estén detrás de estas nuevas adaptaciones.


Volviendo al filme que nos ocupa, me resulta evidente que es una película completamente innecesaria. Uno pensaría que, al llevar una historia animada al live action, se intentaría contar algo nuevo, darle un giro o al menos innovar. Pero, así como no ocurrió en el pasado, tampoco sucede ahora.


La diferencia entre lo animado y lo “real” es clave. Cada uno tiene su propia lógica y estética: hay cosas que funcionan en animación que simplemente no lo hacen en el mundo real. Desde lo absurdo en lo físico hasta elementos visuales como el color, las criaturas fantásticas o los mundos en que habitan los personajes.


Aquí lo que se percibe es una flojera creativa desde la cabeza del estudio. Señalar al director —el mismo de la versión animada y de otro live action en cartelera— me parece irrelevante. Las decisiones finales las toman quienes visten traje y corbata. A diferencia de la competencia comandada por el ratón, en esta película no se cambia absolutamente nada. Y aunque eso parezca un gesto de respeto al original, es justamente su mayor debilidad.


Si no se va a explorar nada nuevo y se opta por hacer una copia casi calcada, ¿cuál es el objetivo? No aporta, no cuenta nada distinto ni propone una mirada renovada. Si de verdad querían homenajear un clásico moderno, habría sido mucho más valioso reestrenar la película original en salas y revalorizarla como lo que es: una de las grandes películas animadas del siglo XXI.


Cómo entrenar a tu dragón cuenta, en la superficie, la amistad entre un joven vikingo y un dragón que conoce por accidente. Pero, al reflexionar sobre ella, uno se da cuenta de que también aborda temas como la migración, el legado y las masculinidades. La migración y sus consecuencias se presentan desde el punto de vista de los dragones, en especial desde la cercanía con Chimuelo. Estos no son un peligro en sí mismos; sus acciones responden a cómo han sido tratados históricamente por los humanos. Al mismo tiempo, también se muestra el temor de la gente de Hipo, quienes perciben a todo ser extraño —en este caso, los dragones— como una amenaza al orden y la civilización que han construido.


El legado y las masculinidades son otros de los temas que se exploran. Hipo no encaja con el canon de hombre establecido en su comunidad: no es fuerte, grande ni tosco, como se espera de un vikingo. Más bien, es la antítesis de ese modelo. La animación misma lo representa así, en contraposición con la figura de su padre, el líder de la comunidad y posiblemente el más fuerte de todos. Mientras su padre encarna la fuerza física y el enfrentamiento directo, Hipo es calmado, evita el conflicto y busca el diálogo con la contraparte (o el enemigo, según la visión de su padre).


Hipo, entonces, no reproduce el modelo tradicional de masculinidad impuesto por su entorno, sino que lo cuestiona y lo transforma a través de su vínculo con Chimuelo y el tipo de heroísmo que encarna hacia el final de la cinta.


Por ejemplo, la presencia de los dragones en la versión animada le da vida a la cinta gracias a una estética que los diferencia entre sí (color de piel, ojos, forma física, etc.). En cambio, en la nueva versión, el único que replica lo ya hecho es Chimuelo; los demás podrían ser cualquier reptil genérico. Mientras que en la animación las diferencias individuales permiten identificarlos, en el live action son criaturas genéricas sin identidad, diseñadas para representar a sus futuros dueños en la ficción.


El mundo que se establece también carece de personalidad en términos de ambiente y espacio. En esta nueva versión, parece que la luz es siempre la misma: todo es gris, nublado, sin alma. Siempre es de noche o todo luce opaco, sin la riqueza cromática que sí tiene su versión original, ya sea en los dragones que vamos conociendo o los espacios que exploramos con Hipo y Chimuelo.


Aunque esta nueva película es fiel al material original en un 99.9 %, eso mismo es su principal fallo. No hay encanto alguno en replicar lo ya hecho, salvo el de mirar hacia atrás para apreciar lo que se hizo bien. Verla solo me recuerda a lo que hizo Gus Van Sant con su remake de Psicosis, salvo que, en aquella ocasión, al menos transformó el blanco y negro en color y añadió un par de detalles. Para algunos, esto será una carta de amor a una obra que vale la pena revisitar; para mí, es un despropósito contar la misma historia sin sustancia. Quizá no sea plagio, pero sí es copia (?)


Espero haber dicho algo (mínimamente) importante.


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