Crítica de "La rodilla de Clara" (1970) y los vínculos (in)morales
- Mariano Viza T.

- 20 jun
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 jul
En una actualidad en la que las relaciones son frágiles, vacías y carentes de significado, cabe preguntarnos si no estamos viviendo dentro de una película de Éric Rohmer. Aunque existen diferencias con la realidad —donde, como individuos, somos conscientes de nuestras acciones—, La rodilla de Clara nos interpela desde lo moral sobre cómo se construyen las relaciones amorosas y los vínculos que formamos con quienes nos rodean.
Escribe Mariano Viza T.

La rodilla de Clara (Le genou de Claire) es una película dirigida por el cineasta francés Éric Rohmer como parte de su ciclo Seis cuentos morales. Aquí seguimos a Jérôme, quien está a punto de casarse y se ha reencontrado con su amiga escritora, Aurora. Entre conversaciones y tardes de verano junto al lago, Jérôme se va acercando poco a poco a dos jóvenes: Laura y Clara. La primera se siente atraída por él, mientras que la segunda despierta su interés de forma casi fetichista, centrado en una parte específica de su cuerpo: su rodilla.
Rohmer es conocido por ser uno de esos directores cuyas películas parecen decirlo todo y nada al mismo tiempo, a través de extensas escenas con diálogos rimbombantes y casi filosóficos, donde conceptos como el vínculo, el amor y la moralidad se cuestionan tanto desde lo que dicen los personajes como desde lo que hacen a lo largo del metraje. La rodilla de Clara no es la excepción. Con un título tan extraño y ambiguo, lo que se ve durante la película puede sorprender, pero una vez que comprendemos que forma parte de un ciclo sobre lo moral, se intuye hacia dónde puede haber apuntado el director.
Rohmer no nos dice si lo que hacen sus personajes —ni él como autor— está bien o mal. Por ejemplo, el interés de una adolescente de 16 años por un hombre de aproximadamente 40, que está por casarse en menos de un mes, o el beso que este le da sin su consentimiento. Ni la película ni su director los juzgan. Eso sería lo más fácil, y no es lo que Rohmer quiere explorar. El foco está puesto en lo que los personajes dicen, buscan y desean desde una lógica moral ambigua. Todo esto ocurre mientras caminan y conversan bajo la luz del sol en algún rincón de la campiña francesa.
Jérôme, aunque cerca del matrimonio, no parece estar completamente convencido. Su vínculo con Aurora se presenta como un juego de coqueteos y cercanías afectivas, casi un amorío de verano. Con Laura mantiene una tensión emocional ambigua, la besa de forma impulsiva y observa con recelo con quién se relaciona. Con Clara, con quien no interactúa hasta el final de la cinta, logra manipular la situación para terminar tocándole la rodilla en un gesto disfrazado de consuelo. Aunque jura fidelidad y admiración hacia su futura esposa, sus actos contradicen sus palabras. Jérôme representa una antítesis del ideal matrimonial: un hombre que dice creer en la monogamia, pero cuya conducta sugiere otra cosa. Rohmer nos presenta así a un personaje que busca un vínculo amoroso mientras pone en cuestión, con sus acciones, los conceptos de unión y compromiso.
Por otro lado, Aurora, Laura y Clara —cada una en diferentes etapas de la vida— sostienen vínculos marcados por el dolor o el juego. Aurora, desde su lugar de escritora, imagina y promueve relaciones no convencionales como la de Jérôme con Laura. Esta última se siente atraída por él, pero tras un beso abrupto sin su consentimiento, se distancia. Incluso con jóvenes de su edad, Laura parece no tomar las relaciones en serio: las trata como juegos de verano o caprichos pasajeros. Clara, por su parte, mantiene un vínculo aparentemente superficial con Gilles, quien también se involucra con otra chica. A pesar del juego manipulador de Jérôme, Clara regresa con Gilles al final, lo que sugiere que ese vínculo atravesado por el dolor continuará repitiéndose.
Parece, entonces, que para Rohmer —y tal vez también para nosotros como espectadores— muchas de estas relaciones son moralmente falsas. Se sostienen en el engaño, ya sea desde la infidelidad, como en el caso de Jérôme, o desde lo éticamente cuestionable, como su beso no consensuado a una menor de edad. El amor, como concepto, se discute aquí a través de personajes ambiguos, cuya contradicción interna revela que el deseo y la moral rara vez se alinean.








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