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29 Festival de Cine de Lima: Crítica de “Al Oeste, en Zapata” (2025) y "Cuerpo Celeste" (2025)

Actualizado: 12 ago

En el marco del 29° Festival de Cine de Lima se han estrenado Al Oeste, en Zapata y Cuerpo Celeste en la Competencia Documental y Competencia Ficción, respectivamente. Acá la crítica de las obras audiovisuales.


Al Oeste, en Zapata (2025) / Cuerpo Celeste (2025)
"Al Oeste, en Zapata" (2025) y "Cuerpo Celeste" (2025)

Crítica de Al Oeste, en Zapata

Al Oeste, en Zapata es un documental cubano dirigido por el cineasta David Kim. La cinta aborda la historia de un matrimonio: Landi y Mercedes, quienes permanecen en las ciénagas de Zapata, una de las zonas más duras de Cuba. En medio de la pandemia del COVID-19, deben enfrentar la escasez y el malestar social para sacar adelante a su hijo.


La particularidad de esta película es la decisión del director de contar la historia a través de las perspectivas del matrimonio. Por un lado, seguimos la visión de Landi, quien ocupa la mitad de la película. En ella lo vemos adentrarse en la selva para cazar cocodrilos, llevando un estilo de vida austero. Sobrevive a base de plantas, carne de cocodrilo y cigarros. Su única conexión con el mundo exterior es una radio a manivela. Curiosamente, para ingresar al mundo civilizado, debe despojarse de sus harapos y vestirse según la ocasión: jeans, camisa y sandalias.


Por otro lado, está la perspectiva de Mercedes, esposa y madre de un hijo que aparenta tener autismo. Alejada de su esposo, ella se encarga del niño: lo baña, lo alimenta y duerme con él. Aunque no arriesga su vida, ha perdido toda independencia para dedicarse por completo al cuidado del menor. Eventualmente, ambas perspectivas convergen en un punto común: el hijo.


El mayor acierto del documental está en esa primera mitad centrada en Landi. Kim sitúa la cámara como un ente inerte, al igual que su rol como director: solo filma, capturando cada gesto y detalle de la naturaleza del personaje. No influye en sus decisiones, lo observa, incluso cuando Landi arriesga su vida cazando un cocodrilo. Ese es quizá el mayor atributo del personaje: el hombre frente a la naturaleza. Como el país y sus habitantes, se enfrenta a un enemigo más poderoso y difícil de controlar. Su rutina, lenta y monótona como los planos utilizados y su excesiva duración, permite una inmersión total en esta vida ermitaña.


En cambio, la perspectiva de Mercedes y su hijo resulta menos atractiva, incluso forzada, bordeando la pornomiseria. ¿Cuál es la verdadera intención del director? ¿Retratar la realidad o vender una postal para generar tristeza o remordimiento? ¿Son sus imágenes intencionalizadas? El contexto no aporta demasiado para situarnos en la historia; poco o nada parece influir en el desarrollo de sus personajes.


Por lo mismo, hubiese sido mejor concluir cuando el padre llega al hogar, mostrando así la dualidad entre el hombre proveedor y el hombre invisible. Da, literalmente, su vida para llevar alimento a casa, pero vive en el olvido: primero en el bosque, luego en un pueblo. Esto permitiría representar el abandono de un país y un sistema indiferente a su gente. También resaltaría la dualidad entre el cazador y el civilizado, obligado a cambiar su apariencia para ser aceptado en sociedad.



Crítica de Cuerpo Celeste

Cuerpo Celeste es una película chilena dirigida por Nayra Ilic, ambientada en los últimos días de la dictadura en los años 90. En pleno verano, Celeste pasa las vacaciones con su familia en la playa cuando, repentinamente, su padre muere, sumiéndola a ella y a su madre en una crisis. El tiempo las separa, pero vuelven a reunirse en el mismo lugar para presenciar un eclipse. Sin embargo, ya nada es igual: ni la casa, ni la madre. Es entonces cuando Celeste empieza a forjar su identidad, mientras deambula entre dos chicos: Simón y Jano.


La directora busca plantear un triángulo amoroso en pleno proceso de crecimiento de Celeste, atravesado por el amor, la muerte del padre y la relación quebrada con su madre. Sin embargo, aunque estos temas se abren durante la película, todos carecen de peso e incluso de cierre. Los romances veraniegos surgen de la nada y no evolucionan hacia ningún desenlace. Aunque la muerte del padre es un evento traumático, su figura y vínculo con Celeste apenas se exploran, quedando reducidos a recuerdos, objetos y anécdotas de otros. El lazo entre ambos carece de sustento.


La relación con la madre también se presenta como quebrada desde el inicio, pero nunca se construye un vínculo real. Y cuando esa relación se traslada al futuro, no se repara, sino que se mantiene rota tras la muerte paterna. Hacia el final, es una narrativa que queda sin resolución.


El contexto político, aunque introducido de manera sutil a través de la arqueología —actividad de los padres de Celeste— se trata muy superficialmente. Si se eliminara de la historia, poco o nada afectaría al resultado.


Aunque la cinta intenta hablar sobre el olvido, la búsqueda de la verdad y las figuras paternas, falla en su abordaje. Sea porque introduce estos temas muy tarde, o porque sus arcos narrativos terminan sin rumbo, el resultado es un final no solo insatisfactorio, sino también vacío.



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