29 Festival de Cine de Lima: Crítica de “Querido Trópico” (2024)
- Mariano Viza T.

- 29 jul
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Siguen las funciones de prensa del 29° Festival de Cine de Lima PUCP y esta vez fue el turno de Querido Trópico (2024), de Ana Endara Mislov. La película forma parte de la sección Competencia Ficción y tuvo presencia en el Festival Internacional de Cine de Toronto y en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Escribe Mariano Viza T.

Querido Trópico es un filme sobre la relación que se establece entre dos mujeres de edades y, sobre todo, estratos sociales profundamente distintos. Ana María (Jenny Navarrete) es una mujer colombiana indocumentada que trabaja como cuidadora de adultos mayores en Panamá. Mercedes (Paulina García), en cambio, es una mujer adinerada que, pese a su riqueza, no puede evitar lo inevitable: el paso del tiempo, que la conduce a los primeros síntomas del Alzheimer, nunca explícitos, pero sugeridos. A lo largo de la película vamos conociendo tanto a ambas mujeres en sus respectivos entornos como en la relación que se va forjando entre ellas. Ana María finge un embarazo para aprovechar su situación y así conseguir finalmente su documentación. Mercedes, por su parte, paga el precio de envejecer: sufre el deterioro del Alzheimer, sus hijos la desconocen y, con el tiempo, muere.
Esta cinta es otro ejemplo del cuidado por evitar caer en la pornomiseria, como también se logró en Sendero Azul (2025). Aquí lo que vemos es la construcción de un mundo de fantasía —si se puede decir así— a través de la mentira y las convenciones que surgen cuando lo racional desaparece del mapa. La cineasta no busca generar un misterio en torno a la verdad de Ana María ni exponerla como alguien que se aprovecha de su engaño, sino más bien mostrar cómo ambas mujeres, marcadas por una condición mental, fortalecen su vínculo a través de una relación que evoluciona hacia lo materno-filial.
Mercedes, evidentemente marcada por la riqueza conseguida y su estilo de vida, es abandonada por su familia con el pretexto de continuar el legado de la empresa, quedando así al cuidado de Ana María. Ella, con el dolor de no poder ser madre, asume ese rol simbólico al encargarse de Mercedes: la baña, la lleva de paseo, la viste, le toma fotos y hasta le concede caprichos como fumar o beber. No por nada se dice que los padres, una vez vueltos ancianos, son como bebés. Mercedes, por su lado, recibe el trato que habría esperado de su familia, pero que, por razones de clase, no se pueden permitir, por lo que optan por pagar a alguien que lo haga. Ambas mujeres, unidas por la soledad y la tristeza, conectan en un escenario casi catastrófico, sin que el filme caiga en el miserabilismo. Sin embargo, el embarazo falso, aunque funciona para generar tensión y misterio en el personaje de Ana María, nunca encuentra un cierre en su arco dramático siendo un punto repetido a lo largo de la cinta.
Es una película sumamente efectista en el uso de sus recursos: la música de piano bajo un tono melancólico para provocar suspiros de pena, el cambio de luz para aportar calidez… todo funciona, aunque el final resulta excesivamente empalagoso. ¿Eso la vuelve mala? No, pero sí demasiado complaciente, en busca de una lágrima fácil. Eso sí, la fuerza interpretativa de ambas actrices le da solidez al conjunto.
Si se busca tender un puente con alguna otra película, quizás la más cercana sea Intouchables (2011), de la dupla francesa Olivier Nakache y Eric Toledano, donde también vemos la relación entre un marginado social y un hombre postrado a una silla que lo ha perdido todo.








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